Sin duda alguna hoy os traigo uno de los libros que ha supuesto una gran sorpresa para mí. Tenía Los besos no se gastan en mi poder prácticamente desde que salió a la venta y he ido posponiendo su lectura porque siempre encontraba otra opción más interesante. Con los primeros rayos de sol vi la oportunidad idónea para comenzarlo y ya no pude parar. En dos ratos, finiquitado.
Los besos no se gastan se presenta con una sinopsis que no le hace justicia al relato que finalmente encontraremos en el interior. Nos habla de una España algo diferente a la que conocemos, sin la posibilidad de conocer al instante lo que están haciendo nuestros compañeros, pero con la certeza de que podrás reunirte con tus amigos en el parque que está al cruzar la calle. Una España, la de los 70s, donde todavía se sueña con la posibilidad de ganar un mundial de fútbol, donde se aprende inglés traduciendo las canciones de los Beatles con el diccionario y en la que marcharse a vivir a otra ciudad es todo un verdadero reto, por lo que ni hablamos del extranjero. En ese contexto se sitúan Eva y Lucía, dos niñas muy diferentes que proceden de entornos muy dispares y que congenian desde el primer instante en el que sus miradas se cruzan. Porque si de algo no entienden los niños es de desigualdades y diferencias.
Raquel Martos nos brinda en su primera novela la posibilidad de conocer la vida de las dos protagonistas, situando el punto de partida en su infancia y siendo así testigos del maravilloso momento en el que comienza a forjarse una de esas amistades que duran toda la vida. La historia está narrada desde el punto de vista de ambas protagonistas, lo que facilita al lector la posibilidad de inmiscuirse completamente en la narración, conociendo de primera mano las diferentes percepciones de Eva y Lucía ante un mismo hecho. También encontramos saltos espacio-temporales que nos ayudan a comprender mejor las razones que llevan a las dos protagonistas a distanciarse, precisamente ellas, que siempre fueron una.
Los besos no se gastan es un maravilloso viaje al pasado, que nos arrastra a los veranos en el pueblo, a recordar el primer beso y a querer volver a disfrutar de aquellas canciones con las que comenzábamos a enamorarnos. Pero esta novela también es un relato desgarrador sobre la inmediatez y la arbitrariedad de la vida, sobre la necesidad de disfrutar de las personas que nos rodean y de no olvidarnos de disfrutar cada uno de los momentos que vivimos, porque son únicos y merecen ser recordados.
Un libro fresco y natural, de prosa sencilla y directa que relata una historia entrañable que te encantará si te sientes algo nostálgico. Entre sus páginas encontrarás la posibilidad de volver al pasado, pero sin perder de vista el presente. Porque todos algún día fuimos niños que quisimos crecer rápido para convertirnos en adultos, sin saber la responsabilidad que la madurez conllevaba.